Voilà la musique!

Disculpen si parece que me salgo del tema. Nada más lejos de la realidad: no hay nada más inherente al pensamiento en que trabajo que descubrir en uno mismo que una imagen exquisita, con los mejores colores y unos detalles extraordinarios, es capaz de bloquear los procesos cerebrales más complejos durante tanto tiempo como permanezca la más minima fracción de su esencia saltando de neurona a neurona.
 
Me explico. Si bien no resultaría demasiado educado que adjuntara la imagen que me obliga a pasarme otra vez por aquí, supongo que me está permitido describirla.
 
Imaginen una chica que prácticamente alcanza el metro ochenta con tacones. Imaginen ahora que tiene un pelo rubio mezclado con castaño, pero rubio fundamentalmente, e imaginen unos ojos verdes. No, mejor todavía: imaginen los ojos verdes, los únicos que estarían autorizados a serlo de ser públicas sus características. Imaginen una piel lisa con un par de lunares microscópicos en la mejilla izquierda, unos labios rojos desteñidos, de un color natural intenso. Imaginen que está a punto de sonreír pero la fotografía la ha congelado en el instante anterior y esos labios de los que ya me he ocupado están juntos pero relajados. Imaginen que pueden conseguir la mirada más hipnótica con sólo un lápiz de ojos, y luego imaginen que lo usan y obligan a esos ojos a mirar al infinito y a soñar. Añadan esos ojos a la imagen. Imaginen una piel bronceada tras un mes en el norte de España. Añádanla también y, cuando acaben, sonrían e imaginen... ¡no, mejor! Sepan con absoluta certeza que esa chica los ha mirado y les ha hablado, es más, les ha convencido de algo absolutamente nimio en el momento en que más seguros se sentían de ustedes mismos.
 
Bien. Ahora que la han imaginado, hablemos de música, o de poesía, o de las dos, que son en principio diferentes, pero que no dejan de participar de la misma sustancia última.

Generalmente se asocia el término poesía a una secuencia de versos más o menos ordenados, en ocasiones con un rima determinada; del mismo modo, se asocia la palabra música con una secuencia de sonidos, también ordenados según ciertos patrones.

No obstante, esa no es la idea de poesía: poesia es la sensación, el concepto abstracto. Pero incluso en ese punto no es sólo trascender lo físico sin dejarlo a un lado. Poesía es lo que se encuentra detrás de esa segunda realidad, y lo asombroso es que, sin haber abandonado ni lo físico ni lo que encierra, transporta ambas ideas a una tercera; una tercera que no existía antes de las otras dos, porque se encuentra siempre en construcción y depende en su totalidad del constructor.
En cierto modo la música es idéntica. En su fondo se trata de algo irracional; la música se alimenta de quien la ha percibido antes de sonar físicamente y, a la hora de alcanzar un sentidor diferente del constructor, da lugar a unos sonidos que, en los oídos de un escuchante atento, remueven el espíritu creador y conducen a percibir la sensación primaria.

Dicho esto propongo un juego: en  el párrafo anterior hay una mitad dedicada a la música y otra mitad a la poesía. Léase poesía donde pone música y viceversa. Salvando que la poesía no siempre ha de escucharse, parece que se trata de dos términos sinónimos.

Volviendo a la chica de ojos verdes.

Imaginen que ella ha bebido, imaginen que ambos han bebido. Imaginen que han estado bebiendo juntos. Imaginen que les ha contado la parte más insustancial de su vida y que, sin embargo, algo los mantiene intrigados. Imaginen que se atreven a preguntar algo no tan banal,e imaginen que, pese a no responder inmediatamente, no huye de la conversación. Imaginen que la conversación en cierto punto muere como mueren todas, pero imaginen también que algo queda flotando en el aire como dispuesto a explotar en el momento menos esperado. Imaginen que, pasado un rato, sienten clavarse los ojos verdes sobre los suyos propios con una expresión aparentemente despreocupada y observan cómo la media sonrisa que los acompañaba se desdibuja para pronunciar la frase más insignificante de la historia de la humanidad. Pero cuatro ojos pelean dos a dos a vida o muerte y, de repente, aquello que flotaba en el aire estalla en silencio: Voilà la musique!
Imaginen finalmente que esa música no va a parar de sonar jamás; de hecho, esa música no va a parar de seguir construyéndose sobre sí misma jamás.

Para la chica de ojos verdes.